Dentro de un proceso de transformación la muerte es parte esencial. Se pueden morir muchas veces en una sola vida. Entender el hecho de la muerte como parte de la continuidad de la vida se considera liberador, nos libera del miedo a la muerte y nos abre a la experiencia de la inmortalidad.
Abraham, monje cristiano del siglo XVII, le dijo a Santa Clara: “Un hombre que muere antes de morir, no muere cuando muere.”
Mucha gente es presa del pánico cuando la muerte está cerca o se habla de este tema. Quien ha eludido enfrentarse a ella tiene serias dificultades ante una experiencia que le muestre que su vida es transitoria y que la muerte es segura. Si se presenta como parte de su experiencia interna son presa del pánico. Se resisten mucho, harán lo que sea para eludir el tema. Tal vez traten de detener el proceso con una actividad frenética, charla excesiva, relaciones breves, ansiolíticos o alcohol. O desarrollando un sentido del humor cínico e irónico cada vez que se mencione.
Para quien se entrega y acepta el hecho de su mortalidad es liberador, puesto que la plena aceptación de la muerte les permite disfrutar de cada momento a medida que se presenta.
A medida que el individuo empieza a cambiar encuentra necesario desprenderse de las limitaciones que le impiden crecer, y esto incluye formas de pensamiento. A veces sucede lentamente y casi a voluntad. Pero en los casos de emergencia, sorpresivos y espontáneos, la persona se ve lanzada en una dirección desconocida. Las formas habituales de ser ya no son adecuadas pero todavía deben ser sustituidas por otras nuevas. Quien se queda atrapado en este cambio se ve sin referencias a las que agarrarse y teme no poder volver a la vida que tenía antes. La sensación de pánico y vulnerabilidad es atroz.
El proceso del desapego es en sí una forma de muerte, la muerte del apego. En algunas personas el impulso hacia el desapego es tan fuerte que temen estarse preparando literalmente para una muerte física inminente.
En estos extremos a veces desarrollan la falsa idea de que completar esta transformación interna significa separarse de la vida cotidiana., y confunden su necesidad de desapego interno con la soledad externa.
LA MUERTE DEL EGO
A veces, con el fin de completar este paso de desapego es necesario que una antigua forma de ser “muera”, para dejar paso al nuevo yo; el ego debe ser “destruido” antes de que una más amplia definición esté a nuestra disposición. La mala interpretación de estas palabras (inspiradas sobre todo por la filosofía oriental) tiene como consecuencia verdaderos desastres psíquicos. El ego es la herramienta fundamental con la que nos movemos en este plano y a través de él el consciente se manifiesta y evoluciona. Creador y generador de realidades. Canalizador de la vida y de su movimiento en el tiempo y la materia. Está inexorablemente unido a nuestra permanencia aquí. Mutilarlo de nuestra conciencia ordinaria es un símil a ser vegetales pasivos, sin criterio ni creatividad.
Cuando usamos ese término, no se trata de la muerte del ego necesario para la vida cotidiana; se trata de la muerte de las antiguas estructuras de la personalidad y de las formas inadecuadas de estar en el mundo. El periodo de transición entre la “muerte de que se creyó ser” y la nueva adquisición de conceptos y referencias es extremadamente delicado.
Estas líneas de “Phoenix” de D. H. Lawrence, reflejan este proceso devastador pero transformador:
“¿Estás dispuesto a ser borrado, eliminado, aniquilado, convertido en nada? ¿Estás dispuesto a convertirte en nada? ¿A hundirte en el olvido? Si no es así, nunca cambiarás realmente.”
Los síntomas de quién está inmerso en este proceso en su grado extremo son en rasgos generales: Desbordamiento y desolación, desesperanza, fragmentación y desintegración de cuanto son, pérdida de confianza, pérdida de identidad, temor, pánico y en casos extremos de confusión actitudes auto-destructivas y suicidio.
Esto ha sido un superficial repaso sobre algunos de los síntomas que caracterizan los cambios de conciencia y vibración. En resumen:
CARACTERISTICAS DE UN ESTADO DE EMERGENCIA ESPIRITUAL
_Las experiencias son dinámicas, trepidantes y difíciles de integrar. _Las nuevas intuiciones espirituales pueden ser filosóficamente amenazantes. _Experimentar sacudidas, temblores y energías que alteran la vida cotidiana. _En ocasiones dificultades para distinguir entre experiencias internas y externas, o presencia de ambas a la vez. _Experiencias internas que interrumpen y trastornan la vida cotidiana. _Cambio abrupto y rápido en la percepción del yo y del mundo. _Ambivalencia ante las experiencias internas, pero voluntad y capacidad para cooperar con ellas con ayuda de una guía. _Resistencia al cambio. _Aversión o falta de confianza en el proceso. _Necesidad de controlar. _Las experiencias difíciles nos superan y a menudo no son bienvenidas. _Cuesta aceptar las experiencias positivas, parecen inmerecidas y pueden ser dolorosas. _Necesidad perentoria y frecuente de hablar de las experiencias. _Comunicación indiscriminada del proceso (cuándo, con quién y cómo).
VARIEDADES DE LA EMERGENCIA ESPIRITUAL
El denominador común de todas las crisis de transformación es la manifestación de distintos aspectos de la psique que eran inconscientes. En la psique no existen fronteras; todos sus contenidos forman un continuum con muchos niveles y dimensiones. Por lo tanto esperar tipos o formas bien perfilados no tiene sentido. Sin embargo si es posible y útil definir ciertas clases que tienen características específicas como para diferenciarlas